lunes, 23 de junio de 2008

Egoísmo o ampliación (la cuestión turca)



Publicado en el Levante - EMV , el viernes 5 de enero de 2007

Europa se debate entre dos supuestos, seguir por el camino trazado de la ampliación e integración, o la imposición de los egoísmos nacionales, con la división entre ricos y pobres como elemento central del debate comunitario.

El no francés a la Constitución Europea abrió la caja de Pandora de los agravios nacionales, y el Viejo Continente se enzarza en una polémica estéril entre «lo que aporto y lo que recibo», olvidando el fin último en el que está inspirada la UE.

La ampliación ha sido, es y debería ser en el futuro un objetivo político fundamental de carácter estratégico, integrando en este caso a países provenientes de la órbita soviética, salvaguardándolos de la influencia de la Rusia actual, y como en el caso de Turquía, para agregar, occidentalizar y modernizar a un país de cultura islámica, lo que, dada la situación geopolítica actual, no es un objetivo baladí.

Pero los anhelos políticos de una Europa más grande, más fuerte y más unida se estrellan en el campo económico, donde imperan, y ahora más que nunca, los egoísmos nacionales para satisfacer las demandas electorales internas.

Hasta hace bien poco, el tema estaba claro, había que ayudar a los recién incorporados a adecuar sus economías al resto de los socios, y para ello se les tenía que destinar cuantiosas ayudas para conseguir que en un tiempo relativamente corto pudieran homologarse al resto del club. Era un gesto de solidaridad que ha dado grandes resultados, y los españoles somos testigos privilegiados de estos logros; a cambio, los países motores de este modelo recogían los frutos de esta financiación incrementando su influencia política y económica en los países receptores.

Benedicto XVI lo ha dicho: «Deseamos que Turquía forme parte de la Unión Europea» y contradiciendo al cardenal Ratzinger ha entendido, por fin, que Turquía representa un puente de diálogo entre dos mundos, el musulmán y el cristiano, a menudo contrapuestos. Y también ha descubierto, ¡hosanna! , las ventajas de un Estado laico en el que rige la separación entre Iglesia y Estado. Lo que se detesta en la Europa cristiana se alaba en la Turquía islámica, donde las ópticas de mayorías/minorías se trastocan .

Pero la UE, con su habitual miopía burocrática, anuncia la suspensión de las negociaciones en 8 de los 35 capítulos del acuerdo por falta de compromiso turco en la apertura de sus puertos a Chipre.

A la Unión le preocupa la división de Chipre, olvidando que el ejército turco invadió un tercio de la isla en 1974, poco después y como respuesta al golpe de Estado de las milicias greco-chipriotas partidarias de la enosis o anexión a Grecia, apoyadas entonces desde Atenas por la dictadura de los coroneles. Y que el referéndum sobre la reunificación de la isla organizado por la ONU en 2004 confirmó su partición, cuando el sur griego se pronunció masivamente por el no a la creación de un Estado confederal , mientras el norte turco respaldó ampliamente el sí. Los que rechazaron el plan fueron recompensados con el ingreso en la Unión días más tarde, por lo que sería profundamente injusto y poco acertado responsabilizar a Turquía de la falta de concesiones a Chipre y no se culpe al Gobierno de Nicosia de no aceptar la reunificación de la isla, que es la causa real del bloqueo.

Por ello, es necesario en este momento histórico clarificar y sectorializar el debate: económico, geopolítico e histórico religioso. Ningunear lo táctico y aclarar lo verdaderamente importante: la libertad de expresión y la situación de la mujer, el respeto a las minorías religiosas, el problema kurdo, el nunca reconocido genocidio armenio y el papel del ejército en el Estado. En resumen, todo lo referente a las bases de un Estado homologable, democráticamente hablando, al resto de la UE en el respeto a los derechos humanos, donde se ha efectuado un gran esfuerzo de adaptación estimulado por la perspectiva de la integración, aunque no lo suficiente.

No ha habido jamás un proceso de acuerdo tan largo y tedioso desde sus primeros pasos en el Tratado de Ankara en 1963, negociaciones que se prolongarán unos 10 o 15 años más, no antes de 2014 en el mejor de los casos .

Aclarado ya , que no se pretende conservar un exclusivo club cristiano, Papa dixit, lo que pretenden algunos con un propósito más o menos oculto es que el Gobierno turco tire la toalla y abandone sus aspiraciones ante los obstáculos insalvables, despreciando el nivel de frustración y humillación que supondría a ese 54% de turcos que defiende la incorporación, en cifra proporcionalmente descendente desde el 90% en 1999, cuando se les dio luz verde a los anhelos de adhesión.

Son lógicos los recelos y la controversia consiguiente sobre los límites territoriales de la Unión, dónde empiezan y dónde acaban sus fronteras, dado que hablamos de un país que sólo tiene el 3% de su suelo en la Europa continental, aunque con el 25% de su población. Pero la respuesta debe ser política y no corporativa, de este debate de adhesión se sabrá quién va a ganar en este envite, la Turquía europea o la asiática, la democrática e integradora o la nacionalista y excluyente, e históricamente sabemos lo que eso significa. Al atizar en algunos países europeos, por conflictos políticos internos el nacionalismo antiturco, el miedo a la anexión, se suscita en la orilla opuesta una reacción nacionalista extrema. Una Turquía flamante y democrática exporta estabilidad y modelo de transformación a un mundo islámico altamente convulso, y la modernización exitosa de un país musulmán de este tamaño e importancia estratégica es un apoyo decisivo y decidido a la seguridad y estabilidad de occidente.

*Economista.

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